¿Pasó por un agujero? ¿Giraste el pie? ¿Sientes un dolor en el tobillo? Probablemente haya sufrido un esguince de tobillo. Lo primero que debes hacer es ponerte hielo. Porque si aún no se ha hinchado, lo más probable es que lo haga.
Los famosos esguinces de tobillo son una de las lesiones más comunes en la vida cotidiana y, especialmente, durante la práctica deportiva. Si no se trata adecuadamente, puede provocar diversos trastornos y convertirse en un problema aún más grave.
¿Qué es un esguince de tobillo?
La articulación del tobillo está formada por el encaje de los huesos de la pierna en el pie. Están cubiertos por una película de cartílago y se mantienen unidos por fibras que llamamos ligamentos.
Cuando se produce un esguince de tobillo, estos ligamentos sufren una gran tensión y sus fibras se rompen. La gravedad del esguince está asociada al número de fibras lesionadas.
En algunos casos, el ligamento llega a arrancar un fragmento de hueso que suele ser necesario fijar quirúrgicamente.
Señales de que te has torcido el tobillo
Siempre se puede saber cuándo se ha producido un esguince de tobillo. Pero, en caso de duda, algunos signos pueden indicar si realmente hubo un esguince o no.
Los principales son la hinchazón, el dolor y la dificultad para caminar en línea recta.
Sin embargo, el diagnóstico debe realizarlo siempre un médico especialista, normalmente un traumatólogo. El tratamiento debe realizarse exactamente según la orientación médica para evitar que tenga los pies flojos.
A veces es necesario realizar una radiografía para descartar la hipótesis de fractura o incluso exámenes más sofisticados para comprobar la extensión de la lesión.
Tratamientos más indicados
El tratamiento varía según la gravedad del traumatismo y la presencia de posibles lesiones asociadas (hueso, cartílago, tendones).
Debemos adoptar medidas para reducir el dolor y la hinchazón (bolsa de hielo, medicación adecuada, elevación del pie, vendaje compresivo, uso de muletas).
El dolor dura una media de 7 a 14 días, pero el ligamento tarda de 3 a 6 semanas en curarse, dependiendo del número de fibras que se hayan roto.
Por lo tanto, es muy importante no abandonar el tratamiento prematuramente sólo porque ya no hay dolor. Si lo haces, corres el riesgo de que el ligamento no sane o lo haga de forma incorrecta, provocando que se repitan los esguinces. El ligamento debe protegerse llevando un dispositivo que inmovilice el tobillo hasta el final del tratamiento.
Rehabilitación
Existen recursos para aliviar el dolor y la hinchazón, pero no debemos olvidar estirar y fortalecer los músculos que ayudan a la estabilidad de la región.
Otro paso importante es la recuperación de la propiocepción, un reflejo que corrige automáticamente la posición espacial del pie, independientemente del suelo que pisemos.
Cuando giramos el pie, perdemos este reflejo y empezamos a sentir el pie un poco “tonto”.
En los casos crónicos, que no responden correctamente a la fisioterapia, puede ser necesaria la cirugía para estabilizar el tobillo, porque el problema no es sólo que se tuerza todo el tiempo.
Cada vez que esto ocurre, puede producirse una fricción en el cartílago que recubre el extremo de los huesos: se acaba desarrollando un desgaste prematuro del cartílago y puede facilitar la aparición de artrosis.
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